- El Covid-19 ha traído consigo no solo efectos físicos en quienes lo padecen, sino un considerable impacto emocional y mental en la mayoría de las personas. Tal vez por el manejo mediático o por la propagación acelerada del virus, parece haberse arraigado la idea equivocada de que lo único que nos puede matar es esta pandemia. No rechazo los cuidados y medidas que debemos tomar para protegernos, pero creo que algunas personas han llegado a extremos que si bien podrían evitarles un contagio, no servirán para librarlos de una muerte prematura por otras de las cientos de causas de fallecimientos en el mundo.
Por instinto de supervivencia evitamos situaciones que nos representan un peligro potencial. A pesar de esto, la muerte está al acecho las 24 horas del día, en cada momento de la vida. Es probable que en la seguridad de nuestra casa tengamos una caída y un golpe en la cabeza ponga fin a nuestra existencia; así de manera absurda puede llegar la muerte para decenas de personas. Sin embargo, estas circunstancias al igual que el coronavirus, no deberían ser la causa de nuestro temor.
El tiempo que tenemos hoy es un milagro: cada aroma, sonido, cada latido del corazón es el resultado de procesos complejos que conforman nuestra vida. El temor a contagiarse no debe determinar nuestro propósito, no nacimos para sentarnos a esperar que todo se acabe o vuelva a ser como antes, pues todos los seres humanos tenemos una responsabilidad con los que nos rodean, con aquellos que necesitan una voz de esperanza, un plato de comida o una persona que comprenda el dolor y la tristeza por la que están pasando.
- Mientras estamos acostados viendo una serie en Netflix, el reloj avanza irremisiblemente. Tal vez mañana será el último día de alguno de nosotros y posiblemente no hemos hecho aún aquellas cosas que tenemos pendientes. Quizás estamos llenos de rencor, el “te amo” a nuestros padres aun no es pronunciado y por una lista interminable de excusas, no hemos dejado aquellos vicios que nos hacen daño.
Algunos tenemos temor a la muerte pero no hacemos nada para cambiar nuestra vida, creemos que el asunto importante es el evitar morir y no el intentar vivir adecuadamente. Si estamos en paz con Dios, con los demás y si tenemos una vida en la que hemos aprovechado cada momento y habilidad para el bien de otros, no deberíamos temer. Si lo que más nos preocupa es el morir, no tendría sentido levantarnos cada mañana sabiendo que al final del día puede que ya no vayamos a estar aquí. La muerte es un proceso natural de todo ser vivo que va a llegar sin importar que la evitemos de mil maneras distintas.
Nuestra verdadera preocupación debería ser la vida y qué hacemos con ella. Sea que vivamos 20 u 80 años, que esa oportunidad que tenemos no sea desaprovechada. Hoy probablemente “casi muero” y haría parte de las estadísticas, pero ya que no fue así, veo con esperanza cada segundo que tengo para corregir aquello que hice mal, para volver al camino del que me extravié y para intentar hacer algo que verdaderamente valga la pena.
Felipe Morera Montiel
felipe.moreramontiel@gmail.com
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